Daniel M. Olivera
[Obra publicada]
Siempre había querido realizar una novela visual elaborada con RenPy.
La novela visual es un género literario que les parece muy extraño a las personas que tienen una concepción muy clásica de lo que es "literatura". Esto es algo que siempre ha sido muy atractivo para mi: literaturas que no son literatura. Es interesante cómo es que un simple cambio de soporte del texto se vuelve una vanguardia y, al mismo tiempo, un acto de subversión o de resistencia.
Las novelas visuales siempre se han considerado como un género menor en la literatura digital. Esto es debido, en parte, a que en su origen estaban íntimamente ligadas a los videojuegos de contenido erótico (los eroge). Sin embargo, las novelas visuales me parecen muy complejas: integran lenguaje cinematográfico, animaciones y audio a un texto lo cual me parece que tiene mucho potencial que no se ha explotado por completo.
Es como hacer un libro ilustrado, interactivo que combina las técnicas del cine.
El texto se me ocurrió durante la pandemia, cuando me reencontré con el zazen y el yoga. A mi alrededor, comencé a notar muchos casos de ansiedad y estrés que surgían debido a la falta de estructura en el tiempo propio. También porque las personas creen fervientemente que tienen control sobre su cuerpo y su mente cuando no es así. Así es como nació la idea de crear una historia con un monje zen involucrado.
Al inicio solo me lo había planteado como un simple cuento, pero allí vino la convocatoria de "Fábulas jugables de cultura digital".
Para hacer mi propuesta de trabajo me enfoqué en dos objetivos: mostrar qué quería hacer de manera visual y que entendieran por qué la forma de la narrativa era más importante que su contenido.
Cuando pienso en el perfecto monje zen, casi siempre viene a mi mente una rana. Las ranas solo se sientan. Se sientan sin ninguna pretensión o búsqueda de nada (bueno, tal vez de algunos mosquitos). Pensaba en la Rana René (o Kermit) que siempre se me ha hecho un personaje relajado. Seguramente en mi memoria quedó sepultada alguna rana-monje que vi en algún anime o videojuego y que salió a flote como el personaje de Kerokero.
Su nombre procede, en realidad, de uno de mis videojuegos favoritos de todos los tiempos: Super Mario RPG.. Siempre he creído que es uno de los mejores RPGs que se hayan hecho y que es uno de los títulos de Mario más infravalorados. Es una gran aventura, excelente narrativa, gráficos de putamadre. El personaje de Geno lleva en mi corazón varias décadas y, aún ahora, varios de sus diálogos vuelven a mi memoria de vez en cuando. Dentro de Super Mario RPG existían unos ítems llamados "Kerokero cola". Después, cuando estúpidamente estudiaba japonés en mi adolecencia, descubrí que "kerokero" es la onomatopeya que hacen las ranas (en español sería "croac, croac"). Me parecía un nombre estupendo.
Ésta es una Kerokero cola:
En cuanto al aspecto visual la cuestión era muy sencilla: me puse a dibujar. Hace años dibujaba mucho y era una actividad que disfrutaba. Al pensar en el protagonista, pensaba en que todo tendría que estar centrado en el aprendizaje de un monje zen para llegar a la iluminación. Después, el monje era el narrador de la historia. El concepto fue cambiando hasta que el monje-rana no era ya un personaje importante pero secundario: el lector/jugador sería el protagonista.
La primera intención era que yo hiciera las animaciones y dibujara los personajes casi cuadro por cuadro. Evidentemente, este era un trabajo titánico y más si pensamos que en la convocatoria solo tenía un par de semanas para acabar la novela visual. Aún así, mi proyecto planteaba que yo dibujaría todos los personajes. En la propuesta de trabajo envié bocetos de cómo se vería Kerokero y cómo cambiaría su expresión.
Estos son los primeros bocetos que envié:
Y así era la idea, antes de comenzar a trabajar de cómo sería el juego:
Evidentemente nada de eso quedó al final. El tiempo estaba en mi contra. El problema es que soy un dibujante muy, pero muy lento: para mi es solo un hobby en el que no son muy bueno. Opté mejor por algo que parecía más sencillo: el collage. Recordaba algunas animaciones de los 90 (sobre todo de Nickelodeon) que todo estaba compuesto de recortes de diarios y revistas viejas. Decidí que ese era el mejor camino para crear mi diseño visual.
Para evitarme el asunto de derechos de autor (aunque estaba modificando lo suficiente), usé muchas (pero muchas) imágenes de stock o fotografías que estuvieran en el dominio público. Muchas de ellas son del fotógrafo Kusakabe Kimbei, famoso por retratar la época del Bakumatsu y el inicio de la era Meiji
El cuerpo de Kerokero es de una fotografía de Kimbei de un monje de inicios del siglo XX:
Para plantear lo que realmente quería hacer en mi proyecto, tuve que justificar por qué lo que estaba haciendo estaba en el género de "fabula". En realidad, fue un truco sucio de mi parte: la idea era mostrar que un koan y una fábula estaban emparentadas de alguna manera. No es así, pero esto fue lo que escribí:
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El kōan es de esos subgéneros literarios orientales que, a pesar de su popularidad, son relativamente desconocidos en occidente. Al igual que sucedió con el haiku y los sutras, en occidente los conocimos antes de saber que se trataba de todo un género literario.
El kōan es un tipo de fábula desarrollada por el budismo zen japonés. Sin embargo, existen diferencias notables en cuanto a estructura y contenido entre la fábula y el kōan. La fábula europea tradicional –que viene desde Hesiodo y Esopo en la Grecia clásica– consiste en una historia didáctica cuyo sentido se refuerza con una coda –conocida como “moraleja”–. En este sentido, la moraleja se presenta como una lección moral que debe ser asimilada.
En cuanto al kōan, existen de dos tipos: en su formato de “aforismo” y su formato “narrativo”. El kōan de aforismo es posiblemente el más conocido ya que en occidente y consiste fragmentos breves de filosofía. El más conocido, que trata una cuestión epistemológica: “Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?”. El aforismo kōan sería, aproximadamente, equivalente a la moraleja, la cual sin contexto, se vuelve absurda.
La forma narrativa del kōan es un tipo de fábula en la que no está codificada una enseñanza moral en sí. Es una narración pero no se espera que tenga que ser interpretada sino que “invita a la acción”. Mientras que la fábula occidental se espera que la persona que la escucha haga una relación de similitud entre algún aspecto de su vida y la historia que acaba de escuchar, el kōan trata que esta relación sea inmediata: en las fábulas kōan, el lector siempre es parte de la historia.
Además, la fábula kōan busca que el aspecto didáctico sea introspectivo. Mientras que en la fábula occidental alguien más, un tercero, te dice “qué está bien y qué está mal”, en el kōan esas reflexiones tienen que venir desde uno mismo. Esto tiene relación en que las filosofías occidentales –analítica y continental– son filosofías del discurso, es decir, se plantea una teoría de vida. En la filosofía oriental, las filosofías son de la “acción”: uno no puede entender el kōan si no “actúa” de cierta manera.
Es por ello que la fábula kōan me parece ideal para este proyecto que presento. El kōan es una forma interactiva de narración, le da “agencia” al lector. Esto es perfecto al presentarse en su forma de literatura electrónica.
Por otra parte, existen muchos kōan que hablan sobre el autocuidado, sobre la relación que tenemos con los otros, sobre las obsesiones, el ser, y el “vivir bien”. No por nada el rango de terapias psicológicas conocidas como “cognitivo conductuales” –que han dado resultados maravillosos en tratamientos con el transtorno obsesivo compulsivo o el trastorno límite de la personalidad– utilizan fábulas kōan, meditación zazen y mindfullness como método para mejorar y volver más sanas las relaciones del individuo con, por ejemplo, sus redes sociales.
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KeroKero sensei guarda un lugar especial en mi corazón porque es un proyecto donde pude incluir a mi hermano David Almaga. Yo no soy imparcial, pero él es uno de los músicos más extraordiarios que conozco y de los artístas más completos. La única prueba que tengo es la cantidad de trabajo y el reconocimiento que siempre tiene. Y soy muy afortunado de conocerlo y poder platicar con él a diario.
David Almaga se encargó de crear la banda sonora original de KeroKero sensei. Lo hizo apenas en una noche, sin pensar mucho: ya todo lo tenía en la mente. Aún así, les comparto las anotaciones que le dejé a él para componer las cuatro piezas que constituyen la música de esta novela visual:
Tema de kerokero:
Tono: Templo de monjes zen. Tranquilidad, es un sueño.
Situación: Esta es la que se escuchará más en todo el juego que transcurrirá en un templo zen. Todo es tranquilidad, ya que los monjes meditan alli.
Ni siquiera tiene que ser música, puede ser solo ruido de agua y un shishi odoshi (bambú para espantar venados). Si se puede, una flauta muy muy suave puede sonar en el fondo, como muy lejos. Tiene que ser relajante, como para pensar.
Tema de Masanobu:
Tono: Se perdió el honor. Alguien poderoso ha sido rebajado a un sirviente.
Situación: El cuento trata de que un samurai debe acudir cuando escucha la campana de su general aunque sea para cosas ridiculas.
Puede tener una campana gigantesca como de iglesia. Pensaba que podría tener tambores, como marcando una extrema urgencia que nunca se cumple.
Tema de Sen, el hechicero
Tono: Algo maligno pero no amenazante. Fantasmas japoneses. Un engaño está ocurriendo.
Situación: El cuento trata de un comerciante que le dice a un hechicero que no tiene nada que esconder. El hechicero le demuestra que no es así.
La idea puede ser flauta o shamisen. Disonante, repetitiva. Como una araña que teje una telaraña. No tiene que dar miedo, pero si debe dar la idea de que una maldición ha caído.
Tema de Matsu:
Tono: Situación ridícula. Teatro del absurdo. Algo que nunca comienza.
Situación: El cuento es de una mujer que no logra reparar su casa por estar constantemente imaginando el futuro o pensando en el pasado.
Flauta o shamisen (pero debe ser un instrumento diferente al anterior). Pueden ser solo unas cuantas notas, pero debe de sentirse como cierta cuestión "clown" pero japonesa.