[ Creación literaria / Apr 2021 ]
Notas sobre la creación literaria
Daniel M. Olivera
Nota: Este texto es parte de un handout para la primera sesión del “Taller de narrativa - Avanzados” (Abril 2021) que se impartió en la FQ, UNAM (en línea). La idea era retomar lo que habíamos visto en todo el curso anterior y, para los nuevos asistentes, que entendieran qué era lo que habíamos visto. Cada punto fue explicándose detalladamente con ejemplos (por ello, puede ser algo oscuro leerlo sin contexto).
La creación literaria
Cuando queremos entender una creación artística es común adentramos al producto final. El problema es que eso no nos dice nada del acto de creación. Lo que tenemos que entender son los procesos: no la obra de teatro sino los ensayos, no la pintura sino el boceto, no la película sino el montaje y la postproducción.
Cuando nos presentan una obra que ha sido consagrada por el paso del tiempo, nos pueden decir qué hizo el artista, pero no por qué lo hizo. En literatura esta prohibido imitarlos. “Este es Dostoyevski, e hizo esto y lo otro. ¿Cómo, por qué? No sabemos, debió ser un genio. No lo imites, porque es plagio”.
El producto de la creación artística está “muerto”. Algunas artes tienen la ventaja de que no mueren en su producto, pero es por lo efímero de su constitución. Otras no nos dicen nada de las personas que estuvieron involucradas. Un cuadro en un museo, una novela, una película, solo tienen un elemento humano: el espectador.
Un problema con la literatura es que una de sus materias primas –la más evidente– es el lenguaje. El problema está en nuestra relación con el lenguaje. No todos tienen la habilidad para dibujar o para bailar, pero todos hablan una lengua. Se cree que “hablar en español y escribir en español” es la misma habilidad. No lo es.
Escribir es, para nosotros, un acto irreflexivo. No parece –aunque no es cierto– que cueste esfuerzo mental de nuestra parte –ya que lo consideramos equivalente a hablar–. Históricamente, esto no es cierto. En algún momento, hubo oficios especializados que solo se dedicaban a escribir: amanuenses, evangelistas (de Santo Domingo, CDMX), escribas, etc.
Es común pensar en la narrativa escrita como el producto artístico del cuentacuentos. Alguien se pone a hablar y de la nada sale una historia bien estructurada. Nunca sucede de esa manera. Hasta donde sabemos, Sherezada es un personaje, no una persona.
En el teatro, en la comedia de improvisación, se siguen ciertas reglas y técnicas para mantener el ritmo y la tensión. No solo es pararse en el escenario y decir “cualquier cosa chistosa”. Cuando en una boda ponen salsa o bachata, las personas no hacen figuras al azar: las aprendieron previamente.
El proceso de escribir, del acto de creación literaria, solo se entiende revisando lo que otras artes hacen en su proceso de creación. Si intentamos entender la creación literaria solo revisando textos literarios quedan invisibles cosas como la corrección de estilo, la edición, el diseño, la ortotipografía, los borradores previos y otras cosas. Parece que los textos literarios son actos de un iluminado que lo hizo en una sola tarde. El producto final es, en realidad, el trabajo de más personas que sólo el escritor.
En el teatro, el cine y la danza hay caídas, ensayos previos, marcaje. Se ensayan escenas que se eliminarán en el montaje final. Se ensayan pasos que uno nunca va a usar. Se ensayan diálogos que nadie va a decir o se hacen vestidos que nadie va a usar.
En la creación, hay textos que sirven de andamio para hacer el texto final. No solo son los borradores. También hay listas, mapas, dibujos, notas, textos sueltos, fragmentos, comentarios. Una lucha es contra la pereza: tener que escribir más de lo que se verá reflejado en el texto final.
No hay que borrar nada: existe esa idea romántica del escritor que hace bolitas de papel de sus fracasos. Al construir una casa, los polines, maderas y andamios se usan en varias construcciones.
La planeación
No podemos confiar en la musa, en la inspiración. La herramienta que tenemos a nuestra disposición es la imaginación. La imaginación, en términos narrativos, se nutre de todas las narraciones que hayamos consumido previamente. Una forma de “convocarla” es consumiendo narraciones.
Todo inicia con una idea, la cual no es más que un chispazo creativo, un pretexto para escribir. La idea no tiene que estar relacionada con la trama: es solo algo que nos invita a querer decir algo.
Nuestra forma paradigmática de idea (para comenzar a escribir –en este taller, y únicamente en este taller– es la “consigna”. La consigna es encontrar una “potencialidad” en la forma o el contenido de las narraciones y llevarla a cabo. Por eso, nuestro método es experimental: vemos hasta donde esa potencialidad conlleva lo literario. El problema es que, para declarar consignas, hay que entender primero las partes de la forma y las partes del contenido.
Informalmente, una historia es un personaje caracterizado que quiere algo. Sin embargo, para obtener lo que quiere, una fuerza se lo impide. El conflicto es la lucha del personaje y la fuerza que se opone por obtener lo que quiere. Una historia está completa cuando personaje y deseo se unen –aunque sea la destrucción de uno o ambos–.
Planeamos en términos de forma, de contenido o de ambos. Sin embargo, no podemos predecir si, una vez comenzada la narración, nuestro plan se va a cumplir cabalmente. Al planear vacaciones, planeamos el destino, pero no podemos planear las condiciones climatológicas, las personas que vamos a conocer, que tan ebrios vamos a estar, etc.
Toda narración es una simulación de tiempo. El tiempo es otra materia prima de la que están creadas las narraciones.
El proceso de escritura
“Escribe borracho, corrige sobrio”
Ésto es contraintuitivo y contradictorio, pero la planeación nos estorba en el momento de la creación. Una vez que la tenemos, lo mejor es solo conservar lo que se quedó en la memoria. Así, queda en el mismo nivel “no reflexivo” de la escritura.
La escritura resulta mejor si se presenta como una narración que estás leyendo en tiempo real. Es decir, no pienses que estás escribiendo, solo lee lo que sale de ti. Es un acto zen (como dice Bradbury).
Revisión
Las palabras en una oración cumplen una función. Los verbos cumplen una función, las preposiciones tienen una función, el objeto directo tiene una función.
Las palabras tienen unidades mas pequeñas de dos tipos: de forma (letras o fonemas, sílabas) o de contenido (significado, denotación, connotación). Si juntamos varias palabras formamos frases o construcciones gramaticales (objeto directo, complemento de régimen, etc). Si los juntamos, tenemos oraciones –las cuales tienen una forma y un contenido–. Si juntamos varias oraciones tenemos un párrafo –el cual tiene una forma y un contenido–.
Lo extraño surge cuando pensamos en juntar varios párrafos. ¿Se crea un texto? Parece que hay un vacío extraño entre texto y párrafo (que en el análisis no aparece, pero si en la creación).
Las herramientas de análisis no aportan para entender la creación. Alguien puede ser muy bueno “desarmando textos” pero sin tener idea alguna de cómo se realizan. El no hay teorías de análisis en cuanto al proceso de creación.
Un texto es un discurso. La cuestión está en que los textos tienen unidades menores con forma y contenido. ¿Las unidades menores son los párrafos? Allí tenemos de nuevo ese abismo para el análisis.
Un texto es un conjunto de subtextos.
Los subtextos son “unidades literarias” delimitadas, con una forma y contenido específico, y que tienen una función.
La tarea del escritor es identificar estos subtextos y sus funciones. Las descripciones, los resúmenes, el diálogo, el clímax, los epílogos, los anzuelos, los antojos, los plot bunnies, las red herrings, los hombres de paja, los flashbacks, etc. tienen forma, contenido y función.
La forma y el contenido están en una relación arbitraria. Esto se aplica a los subtextos.
Si un texto es un conjunto de subtextos, cada uno con una función, ningún elemento puede estar allí de manera gratuita. Un elemento gratuito solo es un “adorno” y entorpece el tránsito en la lectura.
Una forma de ver un texto es como una máquina de rube goldberg: ponemos piezas que hacen que la pelota llegue al final de la máquina. Un adorno sería una pieza que, aunque se mueve, detiene el camino de la pelota.
Leer en voz alta tiene un propósito específico –no solo es compartir con los demás–.
La creación literaria es no-lineal: no se comienza con el titulo y los anzuelos (al contrario, esos se crean al final).
El contexto del texto
Un texto está terminado cuando satisface una forma convencionalmente determinada. Hacer un libro es hacer un texto tal que satisface la forma “libro”. Hacer un artículo de investigación satisface la forma de “artículo de investigación” . Pero solo hasta entender esa forma es que sabemos si hemos concluido.
Un cuento satisface la forma cuento. Una novela satisface la forma novela. El problema es ¿qué forma tiene un cuento y que forma tiene una novela? Una respuesta no válida es describir lo que es un cuento o una novela (porque siempre habrá contraejemplos). La única respuesta válida es presentar un texto con una forma y decir “esto es, para mí, un cuento”.
La originalidad es un mito de la modernidad. Depende de la idea del creador como un iluminado, alguien que puede crear algo de la nada. Un dios.
Nosotros vamos a hombros de gigantes: nuestras narraciones son resultado de otras narraciones. No se crea de la nada: un texto proviene de varios otros.
El conflicto del escritor actual es el peso del mito de la originalidad y lo que esto representa. Usar arquetipos, temas, ideas, formas, estilos de otros escritores nos convierte en ladrones. En lugar de avergonzarse hay que abrazar la idea de ser un ladrón: en lugar de ser marginados hay que ser marginales.
“No es de dónde tomamos las cosas. Lo que importa es hacia dónde las llevamos”.
El sampleo, el robo creativo, el “homenaje” siempre son el aspecto medular de la creación. En otras artes, la única forma de aprender es por medio de la imitación.
El estudiante de pintura requiere imitar a otros. Si copia un cuadro de Velázquez, no aprende a copiar a Velázquez, aprende el uso de la luz.
En literatura, la imitación es un tabú. Sin embargo, hay que recordar que, en el fondo Cervantes y Shakespeare lo que hacen son fanfics. Y muchas obras son fanfics de ellos.
El derecho de autor, actualmente, solo protege a la industria, pero no al creador. Si una tienda pequeña pone personajes de Disney como decoración, es seguro recibir una “amorosa” carta de los abogados de la compañía para retirar sus posesiones. Pero, si un creador menor sube sus textos a internet o si los publica en una editorial independiente, ¿qué o quién lo protege?, ¿cuánto cuesta un juicio por derecho de autor?
Creative commons y las licencias libres son, de hecho, una forma honesta de creación.