Daniel M. Olivera
Gótico: una palabra tan cargada de significados en nuestros días que nos es difícil identificar a que se refiere alguien que usa la palabra gótico sin tener un contexto: ¿es un vestigio de los bárbaros godos?, ¿un motivo tipográfico?, ¿un tipo de arte medieval?, ¿un estilo arquitectónico?, ¿un insulto?, ¿una corriente literaria?, ¿ un tipo de música hija de el punk y el glam?, ¿un tipo de vestir?, ¿una tribu urbana?… Sí, todo esto es el gótico.
El gótico en literatura, a pesar de ser un género extendido y celebrado en otras lenguas, es prácticamente desconocido para los lectores de lengua española. Este fenómeno no es extraño al pensar que la literatura gótica nace en el siglo XVIII al oponerse, entre otras cosas, a los grandes pilares estéticos sobre los que se sostenía la creatividad de los países latinoamericanos: la racionalidad ilustrada, la iglesia católica y el buen gusto artístico. Por esto, mientras en el mundo comenzaba la producción de textos góticos, en Latinoamérica apenas llegaron los ecos de los grandes textos tardíamente.
Ante esta situación, el lector latinoamericano que busca internarse en la espesa selva que es el género gótico se pierde rápidamente al no poder distinguir con exactitud que es lo que hace que un texto se vuelva gótico. El lector sabe por intuición –generalmente adquirida por medio del cine y no la literatura– las características que un texto gótico debe de poseer. Intuirá que la narración tendrá cierta atmósfera oscura, decadente y siniestra. Puede pensar en una historia en la mitad de un castillo ruinoso en una noche llena de rayos y truenos de bajo presupuesto con un vampiro –vestido en forzoso terciopelo negro– robándole la vida a mordidas y succiones a una sobreactuada virgen que grita por auxilio. Teniendo tal idea preconcebida, el lector que se enfrenta a la real literatura gótica no entiende que tiene de gótico un texto que es increíblemente extraño pero a veces no llega al grado de terror, ni tiene una atmósfera tan oscura, ni ocurre en un castillo en ruinas, ni hay nada envuelto en terciopelo negro y morado.
Al ver textos como Vathek de William Beckford, que es una fantasía situada en medio oriente, o La anaconda de Matthew G. Lewis, donde una expedición a Africa es amenazada por una inmensa boa, comenzamos a darnos cuenta que el gótico literario es mas un estilo para escribir que un género. Esto le da la suficiente flexibilidad para poder incluir todo un conjunto de temas dispares en su interior, además de la propiedad de poderse filtrar en otro tipo de textos. Casi siempre lo veremos acompañado por géneros como el terror y la fantasía, aunque puede combinarse con géneros que nos parecen muy lejanos como la ciencia ficción, la literatura erótica o la novela de costumbres.
Al comenzar a darle fronteras al gótico literario debemos de notar que su principal función no es generar horror, sino presentar escenas o situaciones grotescas o de mal gusto según el sentido común. En la literatura gótica si vemos una criatura fabricada con trozos de cadáveres que se detiene a dialogar con el científico que lo creó, el efecto que se busca no solo es llenar de terror al lector, sino que se asombre ante el prodigio que significa que exista ese ser.
El gótico también busca encontrar cierta estética agradable con detalles mórbidos: el cadáver que se levanta de su tumba puede que sea extremadamente bello a costa de tomar vidas humanas. La razón de que el género tenga esta característica de admiración por lo horrible viene fundamentalmente de su nombre. La palabra gótico se refiere a una tribu germánica, posiblemente escandinava, que asoló y saqueó los pueblos romanos durante la baja edad media: los godos. En español la palabra no tiene tanto uso ya que, tanto en España como en Italia, los saqueos vinieron de tribus descendientes de los godos: los visigodos y los ostrogodos. Como en la edad clásica se consideraba que la civilización moderna la representaban las ciudades romanas –aún cuando ya no existía el imperio– y las tribus bárbaras representaban lo rudimentario, salvaje e incivilizado del mundo lejano, en las grandes ciudades comenzaron a usar los nombres de las tribus bárbaras como si fueran insultos –tal es el caso de la tribu de los vándalos–. Así, en las principales ciudades europeas, el término godo significaba algo o alguien que era barato, de mal gusto, corriente, maleducado y tosco. Lo que quiere decir que la palabra godo significó la mayor parte de la edad media una especie de sinónimo para la palabra mexicana actual: naco. Incluso durante la Colonia se llegó a usar este término para designar a los españoles muy conservadores, en las islas Canarias se usa para designar a los turistas de playera floreada que tienen un aire altanero. En Colombia se usaba también como un insulto para designar a los miembros del partido conservador.
Es así como se usa el término primero en la arquitectura gótica. Hoy en día podemos pensar que una catedral gótica se debería caracterizar por su dureza, su oscuridad, sus finas figuras en vitrales, gárgolas y arcos ojivales. Sin embargo para el siglo XII, el término determinaba el peor gusto de construcción que se podía elaborar. Giorgio Vasari –escritor y arquitecto del siglo XIV– fue el primero que usó el término gótico para referirse a las horribles catedrales medievales en comparación con las bellas construcciones del periodo clásico. Vasari describe el gótico casi como si la iglesia estuviera cubierta de peluche de color rosa fosforescente, luces navideñas que no se han cambiado en años y Vírgenes de Guadalupe hechas de diamantina enmarcadas en hipnóticos platos giratorios.
Tuvo que pasar el renacimiento y la ilustración para que el término gótico comenzara a tomar la forma que tiene hoy. A principios del siglo XVIII comienza a haber un grupo de escritores que rechazan la forma de vida –y por lo tanto, de escritura– tranquila y racional. Comienzan a oponerse al sentimiento de avance ilustrado volteando la vista hacia tiempos que han sido vilipendiados y satanizados por la ciencia racionalista como es la edad media.
Aquí es donde nace realmente la literatura gótica. Comienza en las décadas en que se forma The graveyard school –“La escuela del cementerio”, literalmente-, un grupo de poetas ingleses prerománticos caracterizados por su uso de temas lúgubres y oscuros, plagados de tumbas, gárgolas, cráneos, epitafios, reflexiones sobre la moral y lo absurdo de la vida. De ellos destaca principalmente el poeta escocés Robert Blair con su obra The grave –“La tumba”– que será por muchos años el paradigma de la producción de poesía gótica. Coincide con la formación de este grupo la primera publicación de la novela El castillo de Otranto de Horace Walpole, escritor londinense aficionado a el estudio de la edad media. El castillo de Otranto se considera la primera novela en el mundo que podemos llamar novela gótica con todos los elementos que conforman a una novela de ese género.
Como vemos, la literatura gótica nace de la oposición a la ilustración y el racionalismo estéril convirtiéndose en una literatura que refleja el exceso, la exageración, lo recargado y lo retorcido de la humanidad en forma ostentosa y subversiva. Son narraciones donde se representa la victoria de la superstición sobre las ciencias con escenarios nocturnos que aluden a tiempos pasados y perdidos.
Procedamos a hacer la disección del gótico literario en general. Consideremos cuatro elementos: exceso, trasgresión, nostalgia y lo otro.
Las novelas góticas a partir de Otranto tendrán cierto desbordamiento y exhuberancia de formas en el contenido narrativo. Los escenarios se recargan de detalles innecesarios con fines meramente ornamentales y, generalmente, de mal gusto. El gótico intenta excederse en todas sus formas hasta que resulta obvio que el autor está exagerando lo que narra –como un casco gigantesco que aplasta a un joven enfermizo en Otranto–. Si aparece un simple castillo medieval, el autor lo llena de niebla espesa, gargolas, rayos, murciélagos, enredaderas, pasajes secretos y demás. Las situaciones más simples se intentan resolver o tienen su desenlace de la manera mas complicada y excesiva que se puede encontrar – como en El monje, de Lewis, que el plan de llevarse a una muchacha vestida de monja sangrienta fracasa cuando la monja sangrienta real aparece–.
En el gótico los personajes “se portan mal” y saben que “se están portando mal”. Se les imponen limites que violan y transgreden conscientemente y, a veces, con saña y malicia. Esto proviene de la tradición de los lais medievales donde a los caballeros se les imponía un tabú que no cumplían y recibían un castigo –como Pacheco, personaje de *El manuscrito hallado en Zaragoza *de Jan Potocki, que sabe que su padre le ha prohibido tener relaciones con su tía. Se acuesta con su tía y su madrastra al mismo tiempo y como consecuencia se convierten en cadáveres que le arrancan los ojos y la piel–
En la novela gótica se mantendrá cierta añoranza por un tiempo pasado determinado. El narrador recuerda tiempos anteriores con una mezcla entre maravilla y repudio. En el primer gótico podemos ver que casi siempre los textos transcurren en la edad media ya que los autores la consideran un periodo de riqueza cultural pero también como un periodo bárbaro y decadente. En textos tardíos la acción transcurre en la España renacentista por las mismas razones –El pozo y el pendulo de Poe, por ejemplo–. Igualmente podemos ver textos ubicados en lugares exóticos mostrando su equilibrio entre maravilla y decadencia. En el siglo XX, el gótico muchas veces se desarrolla en escenarios victorianos –la época del Porfiriato, en México–.
Muchas veces los personajes del gótico se enfrentan a una fuerza o ser no-humano como conflicto narrativo. Los personajes tiene que enfrentarse contra un ser conflictivo y vencerlo; este antagonista casi no aparece durante el desarrollo de la trama y se muestra velado u oculto. Los hombres lobo, los vampiros seductores, los científicos que al beber una poción se convierten en otra persona completamente diferente simbolizan, en este caso, una pasión humana desbordada y sin control –hambre absoluta, lujuria incontrolable, ira desbordada, avaricia incontenible–. Igualmente, al ser el gótico en sus inicios textos de reacción ante la ilustración y el clasicismo, los seres nacidos de la superstición deben de ser eliminados con las armas de la superstición y no del pensamiento científico, como cuando un grupo de personas con lo ultimo en tecnología deben de ir a matar al vampiro con una estaca en el corazón y ajos dejando el fonógrafo y la taquigrafía en casa. Igualmente muestra como es que el pensamiento científico se vuelve en nuestra contra, como cuando un científico ensambla a un hombre con piezas de cadáveres y llevado a la vida por medio de al ciencia, y luego se vuelve en su contra. O como cuando un genio brillante y deforme ocupa los sótanos de un teatro y usa la ciencia aprendida para causar terror y asesinatos.
A pesar de que muchos declaraban el fin de la literatura gótica ante la llegada de Drácula y el inicio de un nuevo siglo, la literatura gótica sigue viva. Se encuentra aun en los rincones mutando y cambiando de forma de manera que, en la posmodernidad, el gótico tiene un rostro diferente. Pero, como dice Arthur Machen en El gran dios Pan:
“Tales fuerzas no pueden nombrarse, ni expresarse, ni imaginarse sino bajo un velo y un símbolo, símbolo que para la mayoría no es más que una pintoresca fantasía poética y para otros, un cuento descabellado”.