Daniel M. Olivera
Cuando revisamos el trabajo de Anne Rice, Richard Matheson, Tim Burton o cualquier creador gótico actual en lengua inglesa, logramos ver que existen mas de dos siglos de historia literaria que nutren sus creaciones. Si lo comparamos con el desarrollo del gótico en lengua española, como un fisgón en un mingitorio público, vemos que la diferencia es considerable.
En los pocos estudios que existen sobre gótico en español nos encontramos con importantes escritores que sobresalen del resto como Horacio Quiroga, Agustín Pérez Zaragoza o Adolfo Bécquer. Sin embargo, el papel que juega México en el gótico en español no es claro a simple vista.
Puede parecernos que nuestro gótico, el gótico mexicano, está incompleto y no tiene raíces. Lo cierto es que una antología de gótico nacional consistiría en varios volúmenes de distintos géneros, desde la novela hasta el ensayo o la poesía. Como muestra solo hay que revisar superficialmente la cuentística gótica mexicana, que es la forma que con mayor regularidad aparece esta literatura, en tres de sus momentos históricos importantes.
A pesar de que durante la colonia hubo breves indicios de un germen gótico y de que escritores destacados comenzaron a hacer experimentos en este tipo de literatura como el Conde de la Cortina, Guillermo Prieto o Roa Bárcena, el punto de partida del gótico mexicano es hasta la aparición de el modernismo al finales del siglo XIX.
Pedro Castera, el maltratado y olvidado pionero de la literatura alterna en México es la punta de lanza de la literatura gótica mexicana. Cuentos como En la montaña donde el narrador asiste a una boda de pueblo camino a su trabajo de minería solo para encontrar a su regreso que un accidente dejó los sesos de la novia regados entre pétalos de rosa, Nubes donde se describe el encuentro de algunos fantasmas que cuentan su historia, o En plena sombra que narra el terror de quedarse atrapado en la oscuridad de una mina ya se pueden enmarcar en la literatura gótica mexicana primitiva. Sus colecciones de cuentos, rescatadas por Luis Mario Schneider, son el inicio de la literatura marginal del país.
Del mismo periodo encontramos a Ciro B. Cevallos, un abogado y periodista que es más recordado por sus crónicas con las que podemos entrar a la vida intelectual del momento. Sin embargo, a él se le atribuye uno de los mejores cuentos góticos del periodo: El guantelete. En él, un hombre se obsesiona con el retrato de una mujer difunta y decide exhumarla de su tumba para buscar un guante de hierro que tiene vida propia.
Otro gran olvidado del siglo XIX es Bernardo Couto Castillo. Su memoria fue borrada de las letras mexicanas debido a intereses políticos y a que su figura atentaba contra las buenas costumbres del momento. Nuestro poeta maldito mexicano era una mezcla de Rimbaud y Baudelaire que murió joven entre tragos de ajenjo y pipas de opio. Toda su obra es una joya, pero es importante revisar su cuento Rayo de luna contenido en su antología Asfódelos, donde un paciente de un manicomio da testimonio de una aparición ocurrida a la luz de la luna.
Igualmente podemos incluir a Amado Nervo, otro modernista que fue una piedra angular en el desarrollo de la literatura nacional. A pesar de ser un poeta destacado llegó a experimentar con la ciencia ficción, el gótico y el fantástico. A él se debe uno de los primeros cuentos de vampiros en nuestra tierra: La novia de Corinto, adaptación al poema de Goethe del mismo nombre. También es notable su relato Las casas, donde se toca el tema de la reencarnación.
El modernismo fue de los primeros periodos en los que México se logró poner a la par de los movimientos artísticos del mundo. La revolución mexicana sepulto varios de los nombres de ese periodo que ahora se recuperan de forma lenta y penosa. El gótico mexicano incluye otros nombres como Gerardo Murillo “Dr. Atl”, Alejandro Cuevas, Rubén M. Campos, María Enriqueta Camarillo de Pereyra y otros más que aun faltan por descubrir.
Durante la mitad del siglo XX ocurre otro periodo importante de la literatura gótica mexicana con la llegada de los “escritores de medio siglo”. En esta generación encontramos a figuras importantes que usaron recursos extraídos de la literatura gótica para agregarlos a sus obras como Carlos Fuentes con Aura, Juan Rulfo con El llano en llamas o , aunque algo posterior a esta generación, a Elena Garro con La casa junto al rio. Sin embargo, sería importante revisar a aquellos que se dedicaron más al desarrollo gótico en nuestro país. En especial es de notarse la presencia de nuestras primeras escritoras góticas nacionales: Amparo Dávila, Guadalupe Dueñas e Inés Arredondo.
Amparo Dávila, igual que sus contemporáneas góticas, dedicó la mayoría de su producción en la realización de colecciones de cuentos. En un estilo que puede recordar un poco a Juan Rulfo, introduce en su colección de cuentos Arboles petrificados una serie de situaciones tanto en lo rural como en la ciudad con un efecto de “rarificación” que hace que los relatos nos den la impresión de que están contados en un mundo solitario, malsano y opresivo.
Guadalupe Dueñas la podemos considerar dentro de este listado aunque su producción total no está tan enfocada al género gótico. Debemos notar algunos cuentos como lo es Mariquita contenido en su colección Tiene la noche un árbol. En Mariquita está representada la historia de una niña que constantemente se tiene que cambiar de casa ya que sus padres guardan el feto de su hermana en un frasco lleno de aguardiente. Este relato fue llevado al teatro en una divertida adaptación realizada por el dramaturgo Alejandro Licona.
Para terminar con este trío de chicas superpoderosas se encuentra Inés Arredondo, que podemos tomar como la mas malvada de las tres góticas. Su colección Río subterráneo, contiene dos de los relatos más memorables y más estudiados del gótico mexicano: Apunte gótico y Orfandad. El primero nos cuenta la incertidumbre de una niña ante el cuerpo acostado de su padre al no saber si está muerto o no, el segundo es un juego de planos sobre un bebé que no tiene ni pies ni brazos y que, por medio del sueño, pasa de una realidad terrible a una peor.
En esta generación se encuentra uno de los máximos exponentes del gótico mexicano, Francisco Tario. Su producción total y entera está dedicada al genero gótico y de terror. Esto fue lo que lo orilló a mantenerse al margen de la generación y que pocos años después casi fue desterrado hacia el olvido. Toda su obra teatral, poética y narrativa es única e insólita debido a su calidad y los temas que escoge. Su antología de cuentos La noche es inevitable en el momento del estudio del gótico mexicano.
En este periodo podemos incluir a Max Aub, un trasplantado europeo que se instaló en nuestro país al cual amó y en el cual murió. Tal vez no parezca que Aub deba aparecer en un recuento de cuentistica gótica mexicana, pero sus Crímenes Ejemplares toman la forma de la literatura neogótica al estilo de Edward Gorey. Crímenes Ejemplares son una serie de minificciónes en donde asesinos accidentales, intencionales y repetitivos cuentan los motivos por los que sintieron el impulso de matar a una persona. Al parecer, Aub recogió testimonios de crímenes reales para la realización de su libro que está cargado de humor negro y muertes brutales.
En el último periodo de esta lista de góticos olvidados tenemos que estudiar los que han aparecido en los últimos tiempos. A partir de los años setenta y ochenta del último siglo, dos escritores abren las puertas de una nueva ola de gótico mexicano. Estos escritores serían Adriana Díaz Enciso y Emiliano González.
El caso de Emiliano González es extraño ya que es prácticamente desconocido en el panorama literario, pero su libro Los sueños de la bella durmiente causó suficiente resonancia para que sea digno de mención. Este libro, mitad poemario, mitad recopilación de relatos, está escrito en un inusual estilo caracterizado por ser elegante, siniestro y oscuro además de encontrarse sumergido en toda la tradición de cultura gótica y neogótica que existe. Igual aparecen referencias a Carmilla de la novela de Le Fanu, que a Aleister Crowley o William Beckford. Propone algunos de sus relatos, en la mas clara tradición de Machen o de Lovecraft pero sin caer en la mediocridad que caracteriza a los escritores que intentan imitar a estos autores, que en México se encuentran ciertas fuerzas sobrehumanas dormidas o escondidas a espera de ser despertadas.
Adriana Díaz Enciso es conocida con regularidad por haber escrito las letras para el grupo Santa Sabina. Sin embargo ha logrado posicionarse como una de las referencias obligadas en el estudio del gótico mexicano. Al leer su colección de relatos llamada Cuentos de fantasmas y otras mentiras nos puede parecer que intenta tanto imitar el estilo de las escritoras de medio siglo como la tradición de Machen y Lovecraft; sin embargo, podemos ver en Enciso algo similar a la escritora norteamericana Poppy Z. Brite: se encuentra un poco mezclada con la violencia urbana y las subculturas del dark y el rock pesado; y, aún así, su estilo es tímido, puro y dulce.
Si excavamos en las letras mexicanas de los últimos años siguiendo los rastros de la nueva ola gótica, podemos encontrar una veta de tamaño considerable de escritores mexicanos actuales dedicados a éste género. Escritores que reman contracorriente sobre el barco de papel que es la literatura alterna mexicana y son tachados de “malinchistas” al dedicarse a un estilo que parece ser una moda pasajera copiada de otros países. En una imaginaria lista de góticos mexicanos actuales podríamos encontrar nombres como H. Pascal, José Luis Zarate, Mario Cruz, Alberto Chimal, Gerardo Porcayo, Francisco Segovia, Marko A. Gonzalez, Roberto Coria, Carlos Camaleón y más, muchos más.
Como se puede notar, no existe un estudio serio por ninguna parte que estudie el gótico en México con detenimiento. Aunque podemos sentirnos mejor al ver que excavando hondo en las letras de nuestro país aparecen raíces góticas. Raíces fuertes y múltiples, ya que si llegamos a revisar el teatro, el ensayo o la poesía gótica mexicana nos encontraríamos con otros terrenos amplios e inexplorados.
Tal vez no lleguemos a encontrar un Castillo de Otranto pero algo es algo, solo es cuestión de cavar y atreverse a leer cosas nacidas de esta tierra.