Daniel M. Olivera
Las narraciones consisten en seguir un personaje a través de un conflicto1. Hay por lo menos dos personajes que son recurrentes en casi en todos los relatos: el protagonista y el narrador. Todos los demás personajes se derivan de ellos.
Puede ser extraño considerar al narrador como un personaje. Sin embargo, esto nos permite notar el juego de planos que existe entre todos los personajes (incluído el narrador). Por ejemplo, existen relatos donde el protagonista es el narrador; otros donde el narrador ni siquiera conoce al protagonista; otros en los que el narrador conoce los pensamientos del protagonista (como una conciencia “fuera del relato”), etc.
Entonces tenemos que:
Narrador → Protagonista → Personajes Secundarios
Este esquema lo podemos seguir llenando de elementos mientras reconozcamos más capas de “personas” que intervienen en una narración
Lector → Narrador → Protagonista → Secundarios → "Extras"
¿Para qué nos sirve esta tontería? Algo importante en el diseño de una narración es que necesitamos saber, de antemano antes de escribir, que tan lejos quedará el protagonista del lector durante la narración y también qué tan lejos estará el narrador del protagonista.
Con ello podemos determinar algunos detalles técnicos. Por ejemplo, qué tan “oscura” es la narración ya que, si el protagonista y el narrador están muy cerca, será fácil ocultarle al lector muchos detalles del escenario. Es decir, lo que estamos haciendo aquí es determinar el “encuadre” de la narración (como en el cine). Entre más lejos está la cámara podemos notar más detalles del escenario pero poco de las expresiones del personaje. Por el contrario, con la cámara muy cerca (en close up), vemos perfectamente las expresiones del personaje, pero perdemos contexto.
Comencemos, entonces, a ver algunas cuestiones técnicas básicas sobre los narradores.
Antes de continuar, hay algunas preguntas qué debemos aclararnos a nosotros mismos:
Vamos a tomar la caracterización como la representatividad3 de un personaje: que tan distinguible es de los demás personajes. La caracterización puede ser directa (el escritor pone los rasgos de forma explicita) o indirecta (los rasgos se infieren por lo que se dice durante la narración). Generalmente, se prefiere esta última. La caracterización puede estar en cuatro ejes primarios:
Y cuatro ejes secundarios:
La lectura recomendada para entender esta sección: VanderMeer, J. (2018). Wonderbook: The Illustrated Guide to Creating Imaginative Fiction (Capítulo 2). Abrams.
Temblé preguntándome por qué no aparecía la luz y, de haberme atrevido, hubiera vuelto la vista abajo. Supuse que la noche me habría alcanzado repentinamente y tanteé en vano, buscando con la mano libre el alféizar de una ventana a través de la que poder mirar fuera y en torno, e intentar calcular la altura alcanzada.
“El intruso”, H. P. Lovecraft
Lector → Narr.+Protag. → Secund. → Escenario
En este tipo de acercamiento estamos, literalmente, dentro de la mente del protagonista. Algunas veces se le llama “corriente o flujo de conciencia”. Es una forma de narrar altamente subjetiva, ya que no vemos el mundo del protagonista per se, sino que todo lo que vemos aparece filtrado a través de los ojos del personaje.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.
“Cien años de soledad”, Gabriel García Márquez
Lector → Narrador → Protagonista → Escen.+Secund.
Es el tipo de acercamiento que utiliza un “narrador omnisciente”. Este acercamiento es menos subjetivo, sin embargo, aún podemos saber qué es lo que está pensando el personaje. Al lector se le muestra todo, incluso aquello que el personaje no puede ver. La objetividad o subjetividad de cómo se presentan los hechos procede del narrador y no del personaje.
Los paramédicos llevaron a Cecilia al hospital del Bon Secours, en Kercheval y Maumee. En la sala de urgencias Cecilia contemplaba, con un distanciamiento no exento de pavor, los intentos que hacían por salvarle la vida. Sus ojos amarillos no parpadearon ni tampoco se arredró cuando le clavaron la aguja en el brazo. El doctor Armonson le cosió los cortes de las muñecas y a los cinco minutos de la transfusión la declaró fuera de peligro.
“Las virgenes suicidas”, Jeffrey Eugenides
Lector → Narrador → Protag.+Secund.+Escen.
El narrador está completamente desapegado del protagonista, solo nos muestra su conducta. Nunca sabemos qué piensa ya que nunca escuchamos el interior de su mente. Lo único que es absolutamente real son las acciones del personaje, independientemente de lo que dice, lo cual nunca nos da información completa de lo que sucede en su interior. El narrador es casi un “comentarista”: está diciéndonos lo que pasa en escena –y de allí puede provenir cierta subjetividad–. También funciona con narradores que fueron “testigos”.
Los bandoleros abrieron el sobre y leyeron el contenido de la carta, es decir, la orden de que se diera muerte al mozo en cuanto llegara. A pesar de su endurecido corazón, los ladrones se apiadaron, y el capitán rompió la carta y la cambió por otra en la que ordenaba que al llegar el muchacho lo casasen con la hija del Rey. Dejáronlo luego descansar tranquilamente en su banco hasta la mañana, y, cuando se despertó, le dieron la carta y le mostraron el camino.
“Los tres pelos de oro del diablo”, Cuento recopilado por los hermanos Grimm.
L. → Narrador → Esenario → Protag.+Secund
El protagonista está totalmente desligado del narrador. Las acciones del personaje principal casi nunca ocurren en tiempo real y solo se nos cuentan como si fueran cosa del pasado y no fuera importante observarlas. En algunos momentos, da la impresión de que las cosas solo “suceden”.
Como podemos ver, casi todos los narradores están en la 1a y la 3a persona –es decir “yo hice - yo vi” o “él/ella hizo - “él/ella vio”–. Existe una última persona que es de tipo experimental. Es aquí donde el lector se puede volver un personaje en la narración.
Entras, siempre detrás de ella, al comedor. Ella colocará el candelabro en el centro de la mesa; tú sientes un frio húmedo. Todos los muros del salón están recubiertos de una madera oscura, labrada al estilo gótico, con ojivas y rosetones calados. Los gatos han dejado de maullar. Al tomar asiento, notas que han sido dispuestos cuatro cubiertos y que hay dos platones calientes bajo cacerolas de plata y una botella vieja y brillante por el limo verdoso que la cubre.
“Aura”, Carlos Fuentes
Lector → Narrador
En este tipo de historia el narrador cuenta lo que hizo o lo que está haciendo –en tiempo real– el lector. Es un tipo de narración más interactiva, pero más difícil de lograr –ya que hay que estimar cuál es el tipo del lector del texto, o ser universal–. La ventaja de esto es que el narrador incluso puede proponer cómo es que la narración puede continuar –en forma de “libro revuelto” o de “Elige tu propia aventura”; también las narrativas hipertextuales y las novelas visuales tienen este recurso–.
Aunque hemos visto que esto no es totalmente cierto. Hay narraciones o “cuentos” que no tienen ningún personaje en sí. Un ejemplo es Las ciudades invisibles de Italo Calvino ↩
Ambos provienen del griego y ambos significan “máscara del actor”. ↩
Pensemos por ejemplo en una papa (de las que se usan para cocinar), ¿podemos transformarla en Harry Potter? Es fácil, se le pone unos lentes redondos y una cicatriz de rayo sobre los lentes. Es representable. La cuestión es, ¿podemos representar con esa papa otro personaje cuyos rasgos físicos no sean tan notables? Sí, a través del diálogo. ↩